alma mater

El concepto alma mater viene del latín y significa: madre que nutre (1). Se utiliza para designar metafóricamente a una universidad como fuente de alimento intelectual (2).

No podría haber mejor término para expresar lo que ha sido la Universidad Nacional de Colombia para mí. Mi alma mater ha nutrido mi mente, ha inyectado vida en mi corazón, y me brindó todas las herramientas con las que una persona puede contar para alcanzar su más alto nivel intelectual y humano. Me ha dado alma y ha salvado mi vida en no pocas ocasiones. Por haber estudiado en ella siento que valió la pena nacer en Colombia. Y eso es mucho decir, en particular, por el desangrado rincón del mundo que es este país.

Estudiar en ella fue un sueño que tuve desde que era adolescente. Ingresar no es en lo absoluto fácil. Cada semestre se presentan en promedio 65.000 personas (3). De las cuales, sólo un poco más del 7% pasa (4).

Es la mejor universidad de Colombia (5) y más allá de lo honroso que significa para uno como persona y como profesional estudiar en ella, es toda una experiencia que lo marca a uno de por vida. Yo no sabía esto antes, lo sé ahora, 12 años después de haberme graduado de Ciencia Política.

La Universidad Nacional me enseñó a pensar, a ser libre, a ser feliz. Yo no sabía mucho de eso antes. Hice toda mi primaria y bachillerato en un colegio de monjas, donde sí, pensaba, pero a mi cuenta y riesgo. A ninguna religión le conviene que uno piense mucho y menos si uno es mujer.

En un país donde más de la mitad de la población ni siquiera termina el bachillerato (6), acceder y graduarse de la educación superior es un privilegio. Más aún cuando casi la mitad de los trabajadores vive en la informalidad (7) (esto quiere decir que no tienen ningún tipo de seguridad social: ni salud, ni aseguradora de riesgos laborales, ni cotizan para pensión) mientras que hay universidades privadas como Los Andes, donde un semestre cuesta 20 millones de pesos (8) (Más de U$5.000) y el salario mínimo, ese que se gana casi la mitad de los colombianos (9), es de un poco más de U$250 ($980.657 para el 2020).

Todo esto configura un escenario donde educarse es un lujo que tiene una minoría. Ingresar a las universidades públicas es muy difícil mientras que ingresar a las privadas es fácil, pero el problema es siempre el costo de las matrículas. Un fenómeno que no es nuevo. Un estudio evidencia que el costo promedio por semestre en las universidades privadas es de casi 15 salarios mínimos (10), mientras que en una universidad pública como la Nacional, el costo del semestre depende del estrato socioeconómico del estudiante, por lo que muchos pagan menos de un salario mínimo.

No es de extrañarse que haya tanto hampón de cuello blanco y esté desbordada la corrupción en todos los ámbitos de la vida en Colombia. Con semejantes precios de matrículas, para quienes estudian en las universidades privadas la presión de graduarse y salir a compensar lo gastado a como dé lugar es inmensa.

En consecuencia, no puedo más que sentirme infinitamente afortunada de haber estudiado en la Universidad Nacional; de no haberlo hecho llego a dudar si en este momento estaría viva escribiendo estas líneas o haciendo cualquier otra cosa. Y lo pongo en esos términos dramáticos porque así ha sido. En momentos de absoluta soledad, de insondable tristeza, ella siempre ha estado ahí. En lo personal, siempre he recurrido a lo intelectual para sanar el alma y darle sentido a mi vida, por eso ha sido para mi tan significativa la compañía y las posibilidades que me ha dado mi universidad, en los últimos años especialmente a través de la Cátedra de Egresados.

Ahora mismo y en medio de esta pandemia mundial que atravesamos, mi universidad nuevamente da ejemplo de pertenencia, construcción de nación y amor por Colombia. Sus profesores fueron los primeros en alzar su voz y demostrar grandeza donando parte de su sueldo (el cual no es en lo absoluto alto) para contribuir a la adecuación del hospital universitario en el marco de la emergencia por el Covid-19 (11). Igualmente, y en línea con lo que mejor sabe hacer mi universidad que es reunir a las mentes más brillantes y poner el conocimiento al servicio de su país, el respirador artificial creado por ella, ha sido el primero en pasar todas las pruebas médicas (12). Este respirador, además de permitir la oxigenación de la sangre de los pacientes que lo utilicen, permite, por la forma en que ha sido diseñado, que sea de uso casero, lo que representa a su vez una alternativa supremamente valiosa para evitar la saturación de salas de urgencia y de unidades de cuidados intensivos en los hospitales.

Sumado a esto, la universidad producirá cámaras de aislamiento para pacientes con COVID-19 con el fin de evitar que contagien al personal de salud que los atiende. Estas cámaras no se consiguen ni en Colombia ni en ninguna parte del mundo (13). Incluso, la universidad se encuentra trabajando actualmente con apoyo de científicos alemanes, en una posible vacuna contra el Covid-19, un objetivo en el que están las mentes de todo el planeta. Esta vacuna se basaría en utilizar anticuerpos con el fin de generar las proteínas del virus. A pesar de lo prometedor y de lo necesario a nivel mundial de que se avance en este sentido, no se cuenta con los recursos para traer los reactivos necesarios para hacer las pruebas requeridas (14).

Y en este punto es que quiero enfatizar, porque a pesar ser la mejor universidad del país, y ser la que más ha aportado en Colombia a proveer soluciones en medio de esta crisis a la que nos vemos enfrentados como especie humana, el déficit presupuestal la tiene a borde del colapso. Algo que no es en lo absoluto novedoso.

La crisis de la Universidad Nacional de Colombia lleva décadas. Recuerdo bien haberlo visto con mis propios ojos. Mi facultad, la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, se caía a pedazos mientras hacía mi carrera. Cuando llovía no se podía estar en la biblioteca porque el agua se entraba y dañaba los computadores; incluso era peligroso andar por sus pasillos porque pedazos del techo se le podían caer a uno encima. Lo más doloroso es que esto continúa hasta el día de hoy.

El déficit de la Universidad Nacional asciende a $60.000 millones de pesos para gastos de funcionamiento. Esta situación se generó debido a la constante reducción de los fondos del gobierno destinados a las instituciones públicas de educación superior, que en 1993 representaban el 73% de su presupuesto y que en 2016 apenas alcanzó el 48% (15).

Lo poco importante que es la Ciencia y la Tecnología en Colombia, se evidencia en la inversión en este rubro que actualmente es menor al 0,5% del PIB (16).

Es por eso que todo lo relacionado con el avance humano y con el desarrollo del intelecto en Colombia se hace con las uñas, para todo lo demás hay dinero.

Algo en lo que creo férreamente es que para cambiar un país como Colombia se requiere sentido de identidad y de pertenencia, que hayan cosas más importantes que el dinero; ese tipo de cosas que es posible aprender en una universidad como la Nacional.

La lucha por la Universidad Nacional de Colombia, es la lucha por la dignidad de un pueblo desangrado y pisoteado, al que le han negado la oportunidad de desarrollar su capacidad de pensar, de aprender y de ser libre. Al que le han negado su más fundamental dimensión humana.

Es por eso que cualquier demanda sobre equidad, justicia, integridad y paz, será vacía si no pasa por fortalecer la universidad pública.

Si de algo ha servido una pandemia como la que actualmente vivimos es para evidenciar lo poco importantes que terminan siendo recursos como el petróleo, el oro y el carbón al lado del agua, y de la misma forma, lo poco importante que terminan siendo las armas y la guerra, frente al intelecto y la ciencia.

Esta pandemia nos obliga a ver que de lo mucho que cultivemos y nutramos nuestra capacidad intelectual, dependerá nuestra capacidad de subsistencia.

En conclusión: Es cuestión de vida o muerte la educación.